cuando allá por 2006 barry martin se incorporó a su nuevo trabajo como jefe de obra en seattle jamás se imaginó que su historia llegaría a todos los rincones del planeta y que incluso inspiraría una oscarizada película de hollywood. aquel primer día barry conoció a edith macefield, una cabezota octogenaria que se negaba a vender su casa para que se construyera encima un lujoso centro comercial con gimnasio
la de edith era la única parcela que los promotores de la obra no habían conseguido, así que lo primero que hizo barry fue ir a hablar con su nueva ‘vecina’. “había oído tantas cosas de ella que estaba muy nervioso. mis compañeros decían que era más fácil que te mordiera a que te dijera ‘buenos días’”, reconoce el ya extrabajador de la construcción en las páginas del libro ‘under one roof’, que acaba de salir a la venta
sin embargo, cuando barry se acercó por primera vez a edith no recibió un bocado, sino todo lo contrario. “buenos días señora macefield, solo venía a decirle que hoy vamos a hacer mucho ruido. si tiene cualquier problema, este es mi teléfono”, le dijo. la mujer le miró fijamente y, cuando se esperaba lo peor, le sorprendió con un sonriente “es usted muy amable”
edith se tomó al pie de la letra las palabras del jefe de obra y no tardó en llamar, pero no fue para fue para quejarse sino para pedirle que la llevara a la peluquería. ya no podía conducir su viejo chevrolet cavalier de 1989. barry aceptó y, como decía la frase final de ‘casablanca’, aquel fue el comienzo de una hermosa amistad
la tozuda propietaria y su ‘enemigo íntimo’ empezaron a pasar cada vez más tiempo juntos. barry la ayudaba con sus recados o la compra, e incluso algunas tardes después del trabajo se sentaba en el sofá con edith a ver la televisión
un día de tantos surgió la conversación de por qué no había vendido su casa, obligando a los promotores a construir alrededor de su propiedad a pesar de que le habían ofrecido un millón de dólares y una casa idéntica situada en otro barrio de seattle
“esta es mi casa. mi madre murió aquí, en este mismo sofá. regresé a estados unidos desde inglaterra para cuidar de ella. me hizo prometer que la iba a dejar morir en casa y no en una residencia. cumplí mi promesa y es aquí donde quiero morir, en mi propia casa. en este sofá", contestó la anciana. nunca más volvieron a hablar del tema
A lo largo de dos años compartieron tardes de risas, cenas e incluso viajes a la lavandería para hacer la colada. durante sus largas conversaciones, edith le contó algunas historias increíbles de su juventud. decía que siendo adolescente trabajó como espía británica en alemania, que había escapado del campo de concentración de dachau o que aprendió a tocar el clarinete gracias a su primo, el legendario músico de jazz benny goodman
barry nunca se preocupó en comprobar si aquellos sorprendentes relatos eran verdaderos o no. jamás le importó, simplemente se divertía escuchándolos. pero, a principios de 2008, la diversión se tornó en drama. cuando más apretaba el invierno, las cosas empezaron a ir mal. edith, que ya había cumplido 86 años, estaba cada vez más frágil
“con todo lo que comía, era imposible que perdiera peso, así que la convencí para que se hiciera unos análisis”, recuerda barry los resultados fueron demoledores: tenía cáncer de páncreas y, a pesar de su testarudez y su fuerza, no iba a ganar la batalla a la enfermedad
edith macefield falleció el 15 de junio de 2008, casi un año antes del estreno de ‘up’, la película de disney que se inspiró en su pequeña gran lucha para conmover a los espectadores de todo el mundo
en la vida real, la historia también tuvo un final feliz. Barry heredó la casa y, en lugar de entregársela en bandeja de plata a sus antiguos jefes, decidió honrar la memoria de su amiga y vendérsela a una persona que decidiese conservarla tal y como edith la dejó